L’Envol d’Icare

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09

noviembre

Créé

  • el 9 de noviembre de 2006 en la Ópera Nacional de París

Musique

  • Alfred Schnittke

Chorégraphie

  • Thierry Malandain

Décor et costumes

  • Alain Lagarde

Conception lumières

  • Jean-Claude Asquié

Ballet

  • para 14 bailarines

Durée

  • 30 minutos

Nota de intención

Ballet creado en el marco de un homenaje a Serge Lifar y representado junto con Suite en Blanc (1943) y Les Mirages (1947). Al invitar a los hombres a no elevarse por encima de su condición, su moraleja hace del mito de Ícaro una advertencia contra el orgullo. No obstante, Ícaro es también la figura simbólica de una aspiración humana a huir de la pasividad. No obstante, Ícaro es también la figura simbólica de una aspiración humana a huir de la pasividad. Pero, al acercarse al sol, ¿es posible que únicamente quisiera adorarlo desde más cerca ? Al principio vemos un laberinto, representación del Hombre y de su condición, pero también un teatro en el que un Ícaro en tinieblas va hacia la luz. En ese juego, el Minotauro se convierte en el monstruo agazapado dentro de él. Una quimera que debe destruir para romper con la dominación del animal. Al revolverse es Teseo, y mata a la criatura para liberarse. Ayudado por Ariana, hermana del monstruo e hija de Pasifae “la que brilla para todos”, conseguirá abandonar la oscuridad del laberinto para afirmar su dimensión luminosa y sagrada. “Todos los mitos del laberinto narran de una forma u otra esa historia cuádruple: un viaje, una prueba, una iniciación y una resurrección”, escribe Jacques Attali. Dicha resurrección se logra así a través de la metamorfosis sucesiva del Minotauro, de Teseo y de Ícaro. Es el mismo intérprete, que viaja de la oscuridad a la luz. A su lado Ariana, hija de la luna y del sol, desenrolla el hilo de dicho viaje que nosotros acoplaremos a recuerdos antiguos. Así, catorce bailarines evocan el número de muchachos y muchachas enviados al Minotauro para alimentarlo. Su danza entreteje figuras variadas y evoca la danza de las grullas, antecesora de la farándola, representando asimismo los meandros del laberinto. Finalmente, para atraer los beneficios del cielo el día de año nuevo en Palestina, se realiza una ceremonia ritual lanzando al vacío a un hombre dotado de alas, sacrificado por el bien de todos. Un ritual que nosotros invertimos, ya que todos se sacrifican para lograr el mito. Salvo Ícaro, todos sobreviven.
Thierry Malandain

Medios de comunicación

Ejercicio libre, y no tanto homenaje, esta obra corta encandila con sus efectos de corros o de olas, así como con ese juego de plumas estilizadas que se transforman en alas sobre los hombros de Benjamin Pech. Una lástima, sin embargo, que se pierda un poco ese efecto de ilustración cuando Malandain se mantiene demasiado apegado a la música, el magnífico concierto para piano y cuerdas de Alfred Schnittke. Pero a Lifar le habría gustado la velada.
Les Echos, Philippe Noisette • 16 de octubre de 2006
 
Suite El Vuelo de Ícaro, creación de Thierry Malandain para bailarines de la Ópera. Título y tema son un guiño al Ícaro de Lifar, y poco más. A uno le puede sorprender que un coreógrafo tan eminentemente terrenal como Malandain haya abordado el tema del vuelo. En la base de esta obra de pálpitos primitivos un héroe parte Dédalo, Ícaro y Teseo es absorbido o rechazado alternativamente por el grupo, en un corro pulsional y mareante; una especie de elegido, en definitiva, pero que deberá hacer el tránsito al más allá. El vuelo en sí no se produce, sino simplemente un despliegue inmenso de alas; suntuoso. Benjamin Pech, protagonista bello y conmovedor, no se elevará por encima de esas plataformas extraordinarias concebidas por Alain Lagarde. Se tumba, vientre y muslos pegados a la plataforma cual trozo de carne en el mostrador del carnicero. Es esa pasividad, esa gravedad sensual que tanto gusta a Malandain: brazos pesados, puños cerrados, espalda arqueada. Se trata de un ballet simple y misterioso al mismo tiempo, sin trampa ni cartón, que se acopla perfectamente a la partitura de Schnittke, relajante, reiterativa e inquietante, prodigiosamente escurridiza y ligada estrechamente al recorrido del laberinto. Destacan la magnífica interpretación de Mélanie Hurel como Ariana y el decorado y vestuario sorprendentes de Alain Lagarde. Una obra para ver varias veces; una obra que está haciendo su camino.
Altamusica.com, François Fargues • 17 de octubre de 2006
 
Thierry Malandain reafirma un estilo muy personal y una escritura de una musicalidad remarcable. Reinventa el mito solar con Benjamin Pech -quien interpreta un rol protagonista por primera vez- y sus danzas grupales y farándolas son impresionantes.
Le Figaro, Isabelle Danto • Octubre de 2006
 
Al final, Thierry Malandain se ha basado en una obra del compositor ruso de origen alemán Alfred Schnittke (1934/1988), concretamente en su concierto para piano y cuerdas escrito en 1979, para coreografiar su visión del mito de Ícaro. Una visión sensiblemente más optimista que la del mito antiguo, ya que termina con final feliz. Uniendo en un mismo bailarín las figuras emblemáticas del Minotauro, Teseo e Ícaro, Thierry Malandain propone un proceso iniciático que conduce a una verdadera resurrección, el vuelo de Ícaro, la última encarnación que representa la "dimensión luminosa y sagrada" del Hombre. Si bien se reivindica como “explorador de la estética clásica”, Thierry Malandain se emancipa de los códigos tradicionales mediante una libertad y una ductilidad de una fluidez remarcable. Encarnación del hombre que transita hacia la luz, Benjamin Pech (estrella) se apropia del héroe con una fuerza y una vitalidad increíbles, dando a cada uno de sus rostros la profundidad de la metamorfosis espiritual. Una encarnación suntuosa.
Classictoulouse.com, Robert Pénavayre • 17 de octubre de 2006
 
Más inspirado por el mito y sus extensiones que por el propio personaje, Thierry Malandain ha sabido crear una obra clara, de corte casi marítimo y aires mediterráneos. Está ubicada en Creta, o en cualquier lugar bajo el sol, elemento central de la obra indiscutiblemente. No sorprende por tanto Pasifae, la ninfa; ¿no era su hija, acaso? No sorprende por tanto Pasifae, la ninfa; ¿no era su hija, acaso? Y más sutil es incluso su creación de danzas en corro, aparentemente simples pero de una escritura bella y pulida; ¿no serán referencia a los corros que, desde la prehistoria, han inventado la coreografía? Y ese Ícaro, múltiple y cambiante, que sueña con volar o desea desafiar a la condición humana, ¿no se parece a todos los bailarines? Valiéndose de un reparto magnífico que reúne a Benjamin Pech y Nolwenn Daniel, iguales en términos de encanto y potencia, y del magnífico Concierto para piano y cuerdas de Alfred Schnittke, este Ícaro supone el verdadero despegue de Malandain.
Danser, Agnès Izrine • Noviembre de 2006
 
on El Vuelo de Ícaro, Thierry Malandain nos ofrece una creación que, sin ser verdaderamente narrativa, evoca el mito del laberinto. Su trabajo se convierte en digno heredero de Serge Lifar, con gestos de danza que hacen referencia al homenajeado. Así, por ejemplo, el Minotauro carece de cuernos pero aprieta sus puños y, de esa manera, refleja el estado de su cuerpo. En busca constante del simbolismo, Malandain plasma maravillosamente la emoción a través de la danza y de su cultura, al tiempo que respeta la tradición de la Ópera. Adecuado indudablemente a la esencia de la Ópera -en la propia concepción de la obra se percibe el peso de la institución-, este ballet musical y armonioso evoca no obstante una estética innovadora, algo que no se ve demasiado en las creaciones contemporáneas actuales, estética en la que se percibe una afiliación y, asimismo, una gran libertad de adaptación. Así, el coreógrafo utiliza la homogeneidad del cuerpo de ballet en las escenas de conjunto, para poner en valor a los solistas Nolwenn Daniel y Benjamin Pech; normalmente, sin embargo, los integrantes de su compañía, con físicos y personalidades muy diferentes, le llevan a seguir otro camino en el proceso de creación. La escenografía es parte de la armonía del conjunto y los decorados, vestuario y luces están al servicio de una musicalidad muy querida por el coreógrafo.
Danse,Jérôme Frilley • Noviembre de 2006
 
En el segundo ballet, El Vuelo de Ícaro, primera creación de Thierry Malandain para el Ballet de la Ópera de París, el director del "Centro Coreográfico Nacional" de Biarritz juega con el tema del mito. Considerando que la música de J.E. Szyfer y Arthur Honegger utilizada en Ícaro, el ballet creado por el propio Lifar en 1935, estaba en cierto modo desfasada, en su lugar utilizó la partitura escrita por Schnittke para The Labyrinth, un ballet que narra la historia de los siete muchachos y siete muchachas enviados desde Atenas para alimentar al Minotauro, criatura mitad toro mitad humana encarcelada en Creta por el Rey Minos. Teseo, ayudado por la hija del rey y por Dédalo, el arquitecto que construyó el laberinto, vence al toro pero Dédalo es castigado y encerrado en el laberinto con su hijo, Ícaro. La obra finaliza cuando Ícaro, tras escapar de su encierro con alas de cera, se acerca demasiado al sol, de modo que se derriten y cae de nuevo a la tierra. “Si bien mi ballet se inspira en la historia del Minotauro", me contó Malandain, "es una obra abstracta con, por ejemplo, movimientos que evocan los cuernos del toro. El coreógrafo francés hace unos años creó otro ballet -Les Creatures- inspirado en la obra de Lifar de 1929 y su conocimiento y familiaridad con el estilo de los Ballets Rusos, así como con las cualidades de los bailarines de París, fue evidente. Además, con su propia compañía ha creado sus propias versiones de Bolero, Pulcinella, La Siesta de un Fauno y Spectre de la rose, cosechando un gran éxito; y esta nueva obra es un ballet armonioso, totalmente acorde con sus intérpretes y con la ocasión. Malandain es un coreógrafo con lenguaje propio, lenguaje que puede adaptar a los bailarines con los que trabaja quienes, si bien no tienen su estilo al principio, lo absorben enseguida, según me comentó el autor. Jérémie Bélingard, un bailarín con una vena salvaje indomable, resalta especialmente entre el reparto como Teseo/Ícaro.
Culturekiosque.com, Patricia Boccadoro • 2 de noviembre de 2006

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