Première mondiale
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Ópera Real de Versalles, el 29, 30 y 31 de marzo de 2019, con la Orquesta Sinfónica de Euskadi bajo la dirección de Mélanie Levy-Thiébaut
Musique
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Joseph Haydn y Christoph Willibald Gluck
Chorégraphie
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Thierry Malandain
Décor et costumes
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Jorge Gallardo
Conception lumières
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François Menou
Réalisation costumes
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Véronique Murat asistida por Charlotte Margnoux
Création sonore
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Nicolas Dupéroir
Réalisation décor
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Frédéric Vadé
Réalisation accessoires
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Annie Onchalo
Réalisation des coiffes
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Charlotte Margnoux
Coproducteurs
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Opéra Royal / Château de Versailles Spectacles, Orchestre Symphonique d'Euskadi de Donostia / San Sebastián, Donostia Kultura - Victoria Eugenia Antzokia de Donostia / San Sebastián - Ballet T, Music Hall Antwerpen, Opéra de Saint-Etienne, Opéra de Reims, CCN Malandain Ballet Biarritz
Partenaires
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Escenario Clece / Teatros del Canal - Madrid (Espagne), Teatro de la Maestranza y salas del Arenal de Séville (Espagne), Théâtre de Cusset - Scène conventionnée Arts du Cirque et Danse / Opéra de Vichy
Ballet
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para 22 bailarines
Durée
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80 minutos
Carpeta de presentacion
Nota de intención
Fue señalada como el hada malvada del reino y responsable de todos sus males, antes de que se llevaran su cadáver en una carretilla con la cabeza entre las piernas... Sin su indiferencia, sin sus reticencias a ejercer como reina, sin Trianon, sin sus amoríos, sus coqueteos o sus diamantes, sin los descréditos de la Corte alimentados por panfletos y caricaturas, sin la Revolución y la creencia de que la sangre vertida llevaría al progreso, María Antonieta habría tenido una existencia frívola y no habría muerto torturada. ¿Qué sucedió para que una reina adorada por todo un pueblo perdiera su afecto antes de morir odiada? ¿Qué ocurrió para que quien encarnaba el símbolo de la realeza contribuyera a precipitar su caída? Un ballet no puede dar respuesta a esas interrogantes complejas y, siendo sinceros, transcribir en movimientos la historia de la desgraciada austríaca es un ejercicio arriesgado acrecentado por las imposiciones propias de la música, decorados y vestuario o el propio número de bailarines. Pero, como decía André Gide, “el arte nace de la imposición”. Y, sin embargo, a veces para liberarse de ella hay que tomar un camino restringido. Y por ello, obligados por la incapacidad material de representar la trayectoria de María Antonieta de principio a fin, hemos decidido limitar la acción y el contexto del ballet a Versalles. Dicho de otro modo, de una velada a otra, de su primera aparición en la Ópera real a su retirada con una comedia en la que fue “la reina del infortunio”.
Thierry Malandain
(1) Carta a Thérèse Malfatti, 1807
Medios de comunicación
El líder del ballet Biarritz nos brinda una pieza llena de finura, gracias en primer lugar a los soberbios trajes de Jorge Gallardo que son, respetando los cánones de la época, de una sorprendente modernidad. El conjunto es muy estilizado, y servido por un baile de alto nivel. Finalmente, la Orquesta Sinfónica de Euskadi Donostia San Sebastián interpreta a la perfección a Haydn y Gluck.Le Figaro, François Delétraz • 30 de marzo de 2019
El coreógrafo bosqueja en varios capítulos el retrato de una mujer austriaca convertida en reina de Francia. (…) Malandain tiene el buen gusto de no sobrecargar el escenario, interpretando cuadros manipulados por bailarines y trajes un tanto fuera de lo común. (...) En el plató, la veintena de intérpretes habitan cada rol —incluso los más discretos— con inteligencia. Fiel a su escritura del movimiento que mezcla lo neoclásico y lo moderno, Thierry Malandain se atreve a veces a dar un paso casi barroco.Les Echos, Philippe Noisette • 29 de marzo de 2019
Todo parece girar en consonancia. Y la gestualidad de Malandain para sus excelentes bailarines del Ballet de Biarritz sigue siendo sabia, en armonía con los trazos y los gestos reducidos del Barroco que se corresponden a los vestidos con tontillo y a los jubones en los que se producen.Le Figaro, Ariane Bavelier • 29 de marzo de 2019
Malandain despliega una película de gestos barrocos (uno siente el aliento de Noverre, aquel maestro), de impulsos más modernos y más ásperos, de vuelos delicados; sin erigirse en juez. (...) Las bellas bailarinas y bailarines del Ballet Biarritz parecen sumergidos en un carnaval permanente y retozan en un estado de euforia, alrededor de su rey —el excelente y conmovedor Mickaël Conte—, y especialmente de su reina, la tan preciosa, tan altiva y tan soberana Claire Longchampt cuyo físico y estilo contrastan radicalmente con los de la compañía. Y tanto mejor, ya que su porte la distingue de inmediato. Así que disfrutamos plenamente de esta terrible historia, conducida con ternura y distancia. Eso se llama elegancia.
Concert Classic, Jacqueline Thuilleux • 1 de abril de 2019