Assistante chorégraphique
Réalisation décor et accessoires
Coproducteurs
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Donostia Kultura - Victoria Eugenia Antzokia -Donostia / San Sebastián (Espagne) – Ballet T, Chaillot-Théâtre national de la Danse – Paris, Théâtre des Salins, Scène nationale – Martigues, Le Cratère – Scène nationale Alès, Opéra de Reims, La Rampe – Scène conventionnée Echirolles, Opéra de Saint Etienne, CCN Malandain Ballet Biarritz
Partenaires
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Théâtre Olympia d’Arcachon, Le Parvis - Scène nationale de Tarbes Pyrénées, Théâtre de Saint Quentin-en-Yvelines - Scène nationale, Festival de Danse Cannes - Côte d’Azur France
Nota de intención
La relación entre ser humano y naturaleza fascina e inquieta a Martin Harriague. De eso que él evocaba en sus últimas creaciones (
Sirenas, Fossile, Serre) -el renacimiento del viviente, su fuerza, la lucha por su supervivencia-, la obra iconoclasta y genial de Stravinsky para los Ballets Rusos contiene todo; y más. Por muchos motivos, la Consagración era una avanzada “revolucionaria”, tanto por su coreografía de Nijinsky como por su partitura. Harriague decide apropiarse del mito respetando la intención original del compositor: ilustrada por un rito pagano, “es la sensación oscura e inmensa en esa hora en la que la naturaleza renueva sus formas, y es el desconcierto vago y profundo de una pulsión universal”, precisa Stravinsky en un artículo que Martin Harriague ha tomado como referencia (CND, revue Montjoie, 29 de mayo de 1913). Jacques Rivière, director clarividente de la NRF, hablaba en la época de un “ballet biológico”: “la primavera en su esfuerzo, en su espasmo… Uno podría creer estar asistiendo a un drama de microscopio”. El martilleo rítmico complejo que confiere a la obra su fuerza salvaje y amenazadora conviene al lenguaje corporal de Martin Harriague, explosivo y terrícola. Debido a que la música se lo dicta, en esta ocasión renuncia a todo lirismo gestual; se concentra en el poder expresivo del movimiento primitivo y de las figuras fractales en las que el grupo de repliega, despliega o contrae como el viviente resurgido, se mueve por el camino antes de estallar. A Nijinsky, que osó romper de forma transgresiva con el lenguaje clásico, Harriague debe el pateo de los Augurios primaverales que “marcan, con su paso, el pulso de la Primavera”. Las referencias al ballet original terminan ahí, pero toda la obra entera es testimonio de la voluntad de valerse de la expresividad de la música para escenificar la visión de Stravinsky, expresividad musical especialmente impactante bajo la batuta de Teodor Currentzis. Físicamente, se experimenta la energía salvaje y el pavor intemporal de ese grupo confrontado a la violencia del viviente, purificado por el rito. Se percibe la brutalidad y la necesidad de la ofrenda final de la elegida, principio femenino que encarna la energía de la primavera, la savia, pura y sana, que se alza, alegoría del viviente que se eleva hacia la luz.
Medios de comunicación
Una Consagración desbordante de ideas que no vamos a detallar aquí, porque es una delicia descubrirlas.
Le Figaro, Ariane Bavelier • 15 de septiembre de 2021
En torno a La Consagración de la primavera: “Una cosa es segura: Martin Harriague es un verdadero coreógrafo”.
Les Echos, Philippe Noisette • 14 de septiembre de 2021
La versión del brillante Martin Harriague, valor ascendente de la coreografía francesa y fundamentalmente vasca, nombrado artista asociado del CCN Malandain Ballet Biarritz en 2018, hace referencia indiscutiblemente a los orígenes de una Rusia primitiva evocada por Nijinsky. Al efecto, ha recuperado los pateos, la presencia del ancestro, la dinámica más violenta incluso que la de la época original, en la que no se sometía a los bailarines a tantas acrobacias, y un espíritu más sacrificial que erótico, himno a la natura renaciente que, paradójicamente, necesita ser destruida para revivir. No es estilo Harriague puro, es cierto, pero el fresco es impresionante, el final conmociona.
Concertclassic, Jacqueline Thuilleux • 14 de septiembre de 2021